Parafraseando unas estrofas del famoso chamamé, Forastero del Ybera, las cuales pintan las vivencias del esterano, del que creció a orillas de extensos humedales, el que sintió en su piel el rigor de habitar esos lugares cargados de aventuras y desafíos, el mismo que con su hermano Manuel cazaba yacarés y salía de «mariscada» en esas noches preñadas de miedo y coraje, el que tuvo una infancia escindida entre las limitaciones de un pueblo del olvidado sur paraguayo y las ansias de la ilustración de las grandes ciudades.
Una madrugada, al crepitar de los leños que irradiaban calor y luz en un lejano amanecer, don Benito Encina tomaba mate con su esposa María Elvira Silva y me dice, al sorber el espumoso ritual: «Mirá, Elvira, estuve pensando, ya tenemos muchos hijos: Papi, Luis Abel, Hugo, Solano. ¿Qué será de ellos? ¿Qué les espera en Mburica? Creo que, por el futuro de ellos, debemos mudarnos a Pilar».
Y así fue. Un día, en carros cargados de enseres y muchos sueños, los Encina Silva se radicaron en Pilar. Ya en la nueva residencia nacería Darío. La formación escolar y secundaria se hizo en Pilar. Luego, Papi fue el pionero, y más tarde le seguiría Luis Abel en busca del sueño universitario. Al culminar su carrera de Derecho, el joven y brillante abogado Víctor Encina Silva se quedó a trabajar en Asunción.
Después de muchos años, en los albores de la democracia, regresó a su segunda ciudad como director de Radio Carlos Antonio López y comenzó una nueva era en la radio. Las palabras casi prohibidas se escucharon y formaron parte del léxico cotidiano. Las voces silenciadas volvieron a tener sonoridad: derechos humanos, estado de derecho, crímenes de lesa humanidad. Hablaron los izquierdistas, los liberales y los colorados. Un tiempo de libertad y rescate de la cultura y los valores cobró fuerza con su gestión.
Los esbirros de la dictadura, nostálgicos de los tiempos oscuros, no le perdonaron ese aire de libertad y promovieron su destitución. Se instaló una asamblea ciudadana para defender las conquistas sociales que trajo la democracia. Fueron varias noches de vigilia. Finalmente, se llegó a una solución, pero esa manifestación ciudadana convirtió a Víctor Encina en el primer intendente electo por el pueblo pilarense.
Más adelante, sería diputado nacional y, luego, docente de la Facultad de Derecho. Más adelante aún, fue electo decano de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Pilar por casi dos décadas. A la academia dedicó sus mejores esfuerzos. Tal es así que la primera carrera acreditada de la UNP fue precisamente la de Derecho.
Amante de la poesía, el hombre que conoce de historia, literatura, leyes y es uno de los más grandes oradores de la historia hoy regresa a su hogar. Misión cumplida, querido Víctor Encina. Tu enorme legado es la fuente de la cual seguirán abrevando su sed de conocimientos las nuevas generaciones. Al recordar tu gestión, enmarcada en el respeto al ser humano, el afecto sincero y el reconocimiento permanente de quienes acompañaron tu conducción, sin dudas te vamos a extrañar. Los pasillos de la Facultad quedan impregnados de tus dones.
Gracias por todo, querido decano. ¡A disfrutar de tu merecida jubilación!