HISTORIAS DE VIDA: ROMPIENDO BARRERAS

Los intrincados laberintos de la vida nos marcan senderos cuando buscamos alcanzar sueños.

A veces subimos cuestas empinadas, a veces, pronunciadas pendientes, pero la fuerza de los ideales nos da la fuerza necesaria para cumplir las metas. La dura experiencia de la pandemia nos enseñó que en las peores dificultades afloran las grandes ideas.

Esta es la historia de Guillermo Candia y Anica Benítez, jóvenes ignacianos que unieron sus vidas buscando siempre la superación.

A Guillermo siempre le gustaron las computadoras, es por eso que habiendo culminado el ciclo secundario en el Colegio San Ignacio de Loyola, Bachillerato Técnico en Informática, buscó una carrera universitaria para completar su formación. Encontró una carrera en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Pilar, filial San Ignacio, y de allí egresó en el año 2013 cómo Profesor en Informática. Siempre alternó trabajos y estudios, ya que es funcionario de COPACO de 07:00 a 13:00 horas.

Una joven ignaciana, moldeada en la arcilla de la vida, con tesón y voluntad, se robó su corazón en el marco de las fiestas patronales de San Ignacio. En medio de festivales, romería e intenso frío, un amigo los presentó y cupido hizo el resto, así unió su vida y sus sueños a Anica. Ella también entendió que el único camino para escalar metas es el estudio, de modo que abrazó la carrera de Ingeniería Comercial. Para seguir sus estudios, ella consiguió trabajo como empleada doméstica. Al iniciar el último año de la carrera, Anica le da a Guillermo la noticia tan esperada… «Vamos a ser padres!».

Guillermo se llenó de emoción y de fuerzas para ayudar a su esposa a culminar sus estudios. Pero esa alegría se transformó en una pesadilla al llegar desde el lejano oriente un letal virus que cambiaría nuestro modo de vivir. La noticia de la expansión de una pandemia nos obligó a vivir encerrados. Anica llevaba 7 meses de embarazo y tuvo que dejar los quehaceres domésticos para guardar aislamiento.

Allí hubo momentos de mucha angustia y tensión… «y ahora que hacemos?» se preguntaba la joven futura mamá. Entonces Guillermo tuvo la gran idea: «Sos una excelente cocinera, porque no hacemos algo para vender? Vos cocinas y yo vendo» le dijo a su esposa, tratando de calmar la creciente preocupación de Anica.

Como hacía frío, eligieron pastelitos dulces, unas 4 a 5 docenas al día. Guillermo salía a vender en moto y volvía con la canasta vacía. Al llegar la primavera, las ventas bajaron considerablemente. Entonces surge la idea de probar helados artesanales. Anica elaboró sus recetas magistrales y Guillermo fue el catador que aprobaba o desaprobaba los sabores. Empezaron con 17 heladitos.

Estaban ansiosos de saber si la nueva propuesta funcionaría. Allí suena el teléfono y un cliente encarga 12 helados!. Al día siguiente, elaboraron 60 helados, y así hasta llegar a 1000/1200 helados por semana. El resto vino por añadidura.

Hoy por hoy, «Cositas Ricas» se conoce en todo el territorio misionero. Abastecen a Ayolas, Santa Rosa, Santa María y San Juan Bautista. En la actualidad venden 1700 helados por semana. Al nacer Ricardo Agustín, quien ya tiene 2 años y 9 meses, sus padres estaban en pleno crecimiento como emprendedores. Anica culminó sus estudios, está haciendo un posgrado y la empresa familiar está en auge.

La voluntad y la educación pública se dan la mano para cambiar vidas. Felicitaciones Anica y Guillermo!

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