HISTORIAS DE VIDA: EL SURCO Y LA SEMILLA

 

Papá quiero contarte algo muy importante balbuceó Guido, entre comedido y temeroso, atinando quizás una reprimenda ante tamaña confesión. Leodegar Acosta, su padre, nacido en Concepción, era un hombre rudo, curtido por el sol, de típica estampa norteña, rebelde y luchador, moldeado en la arcilla del sacrificio, del tesón, recio y fuerte, el hombre del norte que da todo de si por amor a su familia, aún al precio de postergar sus sueños.

Guido Acosta, el mayor de sus dos hijos varones, quién estaba al cuidado de sus abuelos desde su niñez en J. Augusto Saldivar (Departamento Central), cursaba el segundo año de la media, con sus 17 años a cuestas, enfrentó la mirada algo intimidante de Leodegar, su padre, tragó saliva y le dijo, sin rodeos, vas a ser abuelo, voy a ser papá.

Los ojos del capataz de estancia quedaron húmedos de emoción, y ante la sorpresa de Guido, le da un fuerte abrazo y le dice, no te preocupes mi hijo, nada te va a faltar. Un año después, inaugurando su mayoría de edad, nace Julieta. Al terminar el colegio, Guido decide estudiar algo relativo a la Ingeniería Agronómica o Agropecuaria, ya que de pequeño trabajó con sus padres en la chacra.

Al comentar sus deseos a doña Carmen, su madre, ella le dice, “mira mi hijo, ya sos papá, no tienen trabajo, tanto vos como mi nuera deben pensar bien el rumbo a seguir”. Entonces, Carmen le comenta, “tengo un amigo en Pilar, que te puede dar trabajo y podés estudiar allí”.

Guido llegó a Pilar, y fue un amor a primera vista. La ciudad tranquila y hospitalaria que no conocía hasta ese momento sería su destino los próximos años. Trabaja con el Sr. Ricardo Quiñones en un camión volquete e ingresa a la Facultad de Ciencias Agropecuarias y Desarrollo Rural de la UNP. El primer año pasó volando, y estando en Departamento Central en el 2020, irrumpe la pandemia. Durante dos años el sueño universitario quedó trunco.

Pero en el año 2022, Guido vuelve a Pilar junto a su esposa y la pequeña Julieta. Prosigue su facultad en el segundo año, su esposa consiguió un trabajo como empleada doméstica e ingresó igualmente a la carrera de Ingeniería Ambiental de la Facultad de Ciencias Aplicadas de la UNP.

No teniendo a quien dejar a la niña de 4 años, Guido Acosta decide llevar a su princesa a las clases de la facultad. Una legión de tíos y tías conformado por los compañeros y profesores se constituye en el mundo habitual de Julieta que parece una estudiante más.

Entre muñecas, plantines, laboratorios y animales, crece en su insólito jardín de infantes. Sus jóvenes padres abren surcos en la tierra y ella, con sus 4 años, abre surcos en la vida, y camina en forma paralela a la vida universitaria.

Estás historias ocurren en nuestra Universidad Nacional de Pilar, lugar donde los hijos de obreros y campesinos pueden alcanzar la cima de sus sueños.

Esto forma parte del día a día de una universidad pública y comprometida con su entorno.

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