La historia nos cuenta que un día como hoy 5 de julio pero del año 1914, llegaba al mundo un niño que bautizaron como Carlos Miguel Jiménez. Su madre era educadora y se llamaba Felisa Jiménez, del padre hay pocos datos, pero ciertos biógrafos cuentan que era un ciudadano de origen alemán llamando Carlos Federico Brackebusch.
De su madre recibió su primera formación y su afición por la lectura, se sumergía en la lectura de los clásicos por horas. Rodeado de una exuberante geografía, fue moldeando los matices de una rica personalidad que destacaría ya en plena juventud por su brillante oratoria y su encendida pluma.
En su niñez, junto a su madre se traslada a la capital, la pequeña y arenosa ciudad no ofrecía mayores perspectivas, por lo tanto, Asunción sería la nueva cuna del bardo. En la Capital se destacó por la gran habilidad en el mundo de las letras, materias como castellano, gramática, oratoria, encontraban en el joven pilarense como su máximo exponente. El respetado Maestro Delfín Chamorro lo tuvo como su discípulo más adelantado, a tal punto que lo reemplazaba como asistente de cátedra cuando este no podía asistir a sus clases.