La voz del ceremonial anunció, Nora Aguilar Figueredo, flamante Licenciada en Administración de Empresas, y la humilde joven cruzó la alfombra roja henchida de orgullo y emoción por su logro, un título universitario con olor a campo, a cultivos, a historias de surcos, azadas y machetes contra las malezas de la ignorancia.
Su padre, Carlos Aguilar, 30 años atrás había egresado como Bachiller en la Escuela Granja “Presidente Stroessner” de Pilar, y al no encontrar trabajo en la zona, recorrió el país, hasta que en San Joaquín, Departamento de Caaguazú, encontró el lugar donde poner en práctica sus conocimientos, además, encontró a su compañera de vida, su esposa, Gloria Nancy Figueredo.
Durante 7 años lucharon en la roja tierra de San Joaquín para abrirse camino en la vida, hasta que deciden regresar a Pilar, estableciéndose en el Barrio “8 de Diciembre” en donde nacen sus dos hijas, Nora de 25 años y Belén de 12, alumna de la Escolar Básica.
Nora entregó el título a su madre, quien envuelta entre dos sentimientos, predominaba sin embargo una profunda tristeza, a pesar de la alegría de vivir esa conquista. Pregunta Nora a su madre, ¿no estás feliz?, respondió ella, claro que sí, solo que en estos momentos me gustaría compartir con alguien ausente, remarcó entre lágrimas y euforia.
Pero sería la hija menor, Belén, quien desataría en ella una necesidad imperiosa de volver a sus raíces, de indagar sus orígenes, de bucear esa bruma de cuatro décadas que envolvía su vida.
Al recibir un reconocimiento en la escuela, Belén estuvo como siempre acompañada de su padre, entonces suelta la frase que cambiaría la historia familiar, “que suerte tengo de contar siempre con papá”, una sencilla expresión que martilló profundo el corazón de Gloria Nancy que vivía martirizada por el dolor de no conocer a su progenitor.
La enfermedad de una tía fue la excusa, la misma, debía someterse a una delicada cirugía en la Capital, y al concretar ese viaje, al fin pudo conocer a su papa a sus 45 años de edad. En la terminal de ómnibus de Asunción, don Roberto Verón consumido por los nervios, fumaba un cigarrillo tras otro para contener la emoción que generaba ese encuentro. Finalmente, Gloria Nancy, descendió del bus y pudo dar a su padre aquel abrazo que demoró 45 años.
Don Roberto también quería unir los hilos de su historia familiar y viajó a Pilar para conocer a sus nietas, y entonces, el título con olor a campo, pudo inclinar la balanza hacia la más genuina alegría, ya no había lágrimas de tristeza en el rostro de Gloria Nancy, solo surcaban su rostro, hilos de felicidad.
Actualmente, Nora prosigue otra carrera en el Campus Universitario de Ytororõ, en la Facultad de Ciencias Agropecuarias, y sueña que al volver a cruzar la alfombra, pueda esta vez entregar el nuevo título a la familia entera, cuya demorada unión comenzó a gestarse precisamente en un Acto Académico que le permitió a su familia festejar su primera conquista universitaria.