De acuerdo con una definición, el predestinado es aquel o aquella persona que tiene la bendición de Dios para alcanzar el éxito en la vida. Probablemente este axioma pueda aplicarse a la vida de un joven campesino, de ese Paraguay profundo, un chico del interior, con esa mezcla de inocencia y asombro, como diría Teresa Parodi, del país de la gente nuestra, del que somos vos y yo, el país que, a pesar de todo, ni la muerte destruyó, el que tuvo un abuelo gringo que llegó y se arremangó, el que tuvo un abuelo indio, que jamás se resignó.
Quizás todo esto quepa en la copa que bebió de niño un joven de Arroyo Hondo, Humaitá. Se llama Diosnel Fernández, quien desde su temprana niñez, a la pregunta «¿Qué querés ser de grande?», respondía siempre: Abogado.
En los actos escolares de la Escuela San Agustín de Arroyo Hondo, era el eterno lector de las crónicas históricas. Hijo de un agricultor, don Miguel Fernández, y de una ama de casa, Eulalia Ríos, Diosnel, al volver de la escuela, ayudaba a su padre en la chacra y acostumbraba mirar los atardeceres purpurinos de su valle con la idea fija de alguna vez ser un leguleyo.
En su adolescencia, Diosnel ingresa al Colegio «Nuestra Señora de las Mercedes» de Arroyo Hondo y destaca por su gran pasión por la lectura y la historia. Siempre se destacó en las aulas. Uno pensaría que Diosnel, en su niñez, leyó los cómics de la época o revistas de la farándula; él, sin embargo, desde pequeño leía la Constitución Nacional. Conoce prácticamente toda la parte dogmática, la parte orgánica de la Carta Magna; el preámbulo lo recita como el bendito.
Desde temprana edad tuvo una figura pública que lo inspiró a abrazar con fuerza su destino. Cada vez que lo escuchaba en los actos o a través de la radio, decía: «Me gustaría ser como él». Esa figura es el Dr. Ríos, a quien vino a conocer en compañía de su padre, en el Rectorado de la Universidad Nacional de Pilar, lugar donde Diosnel le contó al rector de la UNP su deseo de ser profesional de las leyes. El Dr. Ríos lo apoyó en su idea de convertirse en abogado e ingresó a la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la UNP. En el lapso de 6 años, culminó la carrera con un promedio de 4,72. Fue el mejor alumno de su promoción.
Apenas tiene 25 años en la actualidad y se sigue superando. Se encuentra cursando la Especialización en Docencia Universitaria, y ante el llamado de la Escuela Judicial para aspirantes a ingresar a la misma, Diosnel se presentó como uno de los 1.769 aspirantes de todo el país, de los cuales había 1.440 cupos. En Pilar se presentaron 120 personas para el examen de admisión. El riguroso cuestionario era de 100 puntos en total y puso a prueba los conocimientos de abogados de todo el Paraguay. Solo tres aspirantes alcanzaron 94 puntos, siendo Diosnel uno de ellos. Le gusta vestir de traje, así haga 40 grados, y se ve así mismo en algunos años, impartiendo justicia como juez de alguna circunscripción o como agente fiscal de alguno de los Ministerios Públicos.
Deseamos el mayor de los éxitos a Diosnel. En manos de estos brillantes jóvenes, no solo en lo académico sino también en la suma de valores y principios que recibió de su familia, tenemos la fundada esperanza de reconstruir el tejido social tan dañado de nuestro país. Muchos jóvenes del Ñeembucu queriendo subir la pirámide social, a veces eligen el camino más corto y son presas fáciles de la delincuencia organizada, y otros, como Diosnel, apuestan a la capacitación.
¡Felicidades y éxitos!